Inauguración: viernes 27 julio, 3pm
Proyecto AMIL
Tschlin, Suiza
Para tener acceso a la exhibición, por favor acudir al Restaurante Macún en Bügliet 49, Tschlin.
Proyecto AMIL se complace en anunciar T, exposición individual de la artista peruana Sandra Salazar que coincide con su residencia en la sede de Proyecto AMIL en Tschlin, Suiza. La muestra está compuesta principalmente por dos conjuntos de obra: el proyecto escultórico Genitales producido en Lima entre 2016 y 2017, y Urano y Territorio de desplazamiento creados este año durante la residencia.
Con esta exposición en Suiza, Salazar expande el proyecto Paisaje masculino que desarrolló como parte del laboratorio colaborativo de arte contemporáneo Haciendo Contexto II organizado por Proyecto AMIL en febrero de 2018. Su obra es una exploración del cuerpo transgénero y de las posibilidades de modificación sintética a partir del consumo de la testosterona. Salazar descompone los signos normativos de la diferencia sexual, haciendo coexistir lo masculino y lo femenino en un ejercicio que busca autoabastecerse de imágenes propias de reconocimiento e identificación afectiva. El título T remite al uso de la testosterona pero también a las posibilidades de transición asociadas a la tecnología.
El investigador y curador Miguel A. López describe de esta forma las obras de Salazar exhibidas en Tschlin:
Urano irradiando la montaña
Desde 2016, Sandra Salazar ha producido un extenso repertorio de cuerpos a través de diferentes medios como dibujos, pinturas de gran formato, cerámicas e instalaciones. Sus obras son el registro de sensaciones e imágenes personales que ella traslada delicadamente al papel o al barro. En estas obras, la artista parece querer desensamblar la carne, los huesos, los órganos y sus aparatos (reproductor, respiratorio, locomotor, excretor), las hormonas y su metabolismo, los fluidos, las fibras nerviosas y su intricado aparato de comunicación eléctrica y química. El resultado es una serie de paisajes y objetos que deshacen las marcas de la diferencia sexual, haciendo colisionar los sistemas de signos que organizan el régimen normativo de lo masculino y lo femenino.
Pero si creemos ver en sus imágenes un mero juego de formas en torno a la figura humana es necesario mirar de nuevo. Salazar no nos ofrece un atlas de anatomía o una representación de un cuerpo sumiso y listo para su inspección clínica o psiquiátrica. Por el contrario: su obra se revuelve en aquello que no puede ser absorbido por la mirada del discurso médico, que cuestiona los marcos legales y jurídicos que buscan definir qué cuerpos son aptos para el espacio público y la intimidad. Las geografías pictóricas y táctiles –cuerpo y espacio– que Salazar ensaya son preguntas sobre la relación entre visibilidad y autonomía, entre epistemología visual y las luchas por la autodeterminación, entre los dispositivos que nos construyen como cuerpos sexuales y la oportunidad de crear símbolos de reconocimiento afectivo e identificación propia.
El suyo es un ejercicio que en alguna medida puede estar emparentado con el trabajo de otros artistas y activistas que han operado a manera de geógrafos críticos de la producción de la sexualidad como Carol Rama, Eva Hesse, Phia Ménard, Annie Sprinkle, Bob Flanagan, Renate Lorenz y Pauline Boudry, Lorenza Böttner o Sergio Zevallos. Salazar observa cómo la iconografía de la anatomía sexual –inyectada en las clases de biología y verificada en la ritualidad de la atención médica– no es meramente descriptiva sino performativa y artefactual: produce las subjetividades de los cuerpos, impacta en nosotros como si se tratara de un planeta siendo golpeado por el cometa de las identidades. Pero toda colisión deja fragmentos y fisuras desde donde entorpecer o revertir los procesos convencionales de identificación social. Salazar trabaja meticulosamente con esos materiales: corta y encaja extremidades, orificios, conductos, líquidos y órganos que invocan otra genealogía visual de lo humano y sus posibilidades.
El título de la exposición, T, sugiere un vocabulario de proliferación y desplazamiento: transición, territorio, tecnología, tiempo, transacción, testosterona. Sus esfuerzos por representar confrontan cómo la experiencia de vivir como cuerpo transgénero está atravesada por las lógicas aceleradas del capitalismo y la arquitectura institucional de disciplinamiento identitario (el colegio, el hospital, el servicio militar, la iglesia, el juzgado, la familia, el documento de identidad, el baño público, entre otros), todo ello agravado en un país como el Perú marcado por la herencia viva de la historia colonial. En ese contexto, para Salazar, el acto de crear surge como una oportunidad para reprogramar su entorno y su subjetividad.
T está compuesta principalmente de dos conjuntos: el proyecto escultórico Genitales (2016-2017) producido en Lima y Urano (2018) y Territorio de desplazamiento (2018) creados como parte de la residencia en Tschlin. Genital es consiste en una serie de cerámicas que invierten las funciones y apariencias de los órganos reproductores. Salazar parece proponer nuevas y mejores variantes para el desarrollo anatómico y el funcionamiento del cuerpo. La genitalidad no binaria de sus esculturas se bifurca con representaciones de estructuras óseas y del sistema endocrino, componiendo combinaciones para las cuales no existe todavía nombre: óvulos abiertos, penes duplicados, ovarios que devienen testículos, un glande con una abertura en forma de vulva.
Esta morfología genital alternativa nos invita a pensar la sintaxis visual del género y el universo de variantes que se abren desde la experiencia del cuerpo trans. Por un lado, Salazar explora el impacto de las hormonas en los cuerpos y cómo su control por parte de la industria médica y farmacéutica ha sido –y sigue siendo– una de las formas más sofisticadas de regulación del cuerpo social e imposición de normas sobre los modos de vivir la sexualidad. Y por otro, la artista elabora sobre las incertidumbres de atravesar quirúrgicamente la transición y los procesos de intervención asociados a ella: la histerectomía (extirpación del útero), la faloplastia (reconstrucción de pene y testículos), entre otras. Sus obras, sin embargo, funcionan como un espacio de reconciliación. La delicadeza de las esculturas, las huellas de su maleabilidad y la belleza de su acabado parecen procurar reparar la violencia con que la experiencia de identidad sexual ha sido implantada en nuestras vidas.
Sus dos obras recientes, Urano y Territorio de desplazamiento, toman distancia de la representación más explícita del cuerpo. Urano es un dibujo abstracto en color cian, cuya forma circular e intensidad cromática insinúa un repertorio de posibilidades semánticas: un tejido abierto, un umbral, un orificio, una explosión, el tiempo sideral, una célula, un planeta, un conducto. La artista transfigura el cuerpo en un espectro totalmente desembarazado de características anatómicas, hormonales o genéticas, lo representa como energía en expansión cuyo movimiento es imposible de seguir y mensurar.
Territorio de desplazamiento es otra forma de paisaje hecho de largas tiras de papel, dividas y colocadas del techo al suelo. Esta obra, irradiada simbólicamente por los destellos de Urano, funciona como un sismógrafo de sensaciones de un cuerpo convertido en un fluido orgánico de pigmento azul que se extiende a través del papel por el espacio. La escala de la instalación parece jugar con las dimensiones heroicas del cuerpo masculino, pero extrayendo de la monumentalidad sus marcas de autoridad: el cuerpo de esta instalación no tiene centro ni jerarquías e invita a imaginar otra economía del deseo.
La última de las obras es una proyección de la montaña Piz Lad –ubicada en frente de la casa de residencia en Tschlin– acompañando la instalación de dibujos. La imagen aparece como una analogía entre el exterior y lo interior, entre la geografía corporal y la topografía botánica. Para la artista se trata de una equivalencia sobre la presencia: al igual que Piz Lad aparece duplicado, los dibujos y el cuerpo ofrecen una experiencia reversible y complementaria de uno mismo. Su obra es claramente una respuesta a su tiempo presente, a una contemporaneidad en donde la T viene abriendo nuevas formas de elección y realización, sea en los espacios legales o en la clandestinidad.
Miguel A. López
San José, julio de 2018
Acerca del artista
Sandra Salazar (1989) cursa el cuarto año de la carrera de pintura en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú. Investiga temas de género desde los inicios de su carrera y su enfoque actual es la deconstrucción de la feminidad y la construcción de la masculinidad, a partir del uso en su contexto de artefactos tecnológicos y el consumo de la testosterona.
Proyecto AMIL
Bügliet 49
Tschlin, Switzerland